10 ene 2009

Los cristales pueden quebrarse. A veces, basta un leve golpe de abanico. Las telas suelen desgarrarse al contacto de una diminuta astilla. Se rasgan los papeles... Se rompen los plásticos... Se rajan las maderas... Hasta que las paredes se agrietan, tan firmes y sólidas como parecen. ¿Y nosotros? Ah... Nosotros tampoco somos irrompibles. Nuestros huesos corren el riesgo de fracturarse, nuestra piel puede herirse... También nuestro corazón, aunque siga funcionando como un reloj suizo y el médico nos asegure que estamos sanos. ¡Cuidado! ¡Frágil! El corazón se daña muy fácilmente. Cuando oye un 'no' redondo o un 'sí' desganado, una especie de 'nnnnnsí' y merecía un tintineante 'sí'... Cuando lo engañan... Cuando encuentra candados donde debía encontrar puertas abiertas. Cuando es una rueda que gira solitaria día tras día... noche más noche... Cuando... Entonces, sientes tirones desde arriba, desde abajo, por detrás... o es un potrillito huérfano galopando dentro del pecho. ¿Se arruga? ¿Se encoge? ¿Se estira? No. Late lastimado. ¿Y cómo se cura? Solamente el amor de otro corazón alivia sus heridas. Solamente el amor de otro corazón las cicatriza. Mi amigo y yo lo sabemos. Por eso somos amigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario